05- No, nothing but that
Nada más que eso era lo que estaba ocurriendo. Al abrir el maletero y ver mi cara de terror, Marga me tapó la nariz con un pañuelo a pesar de mis infructuosos intentos por evitarlo. Con toda probabilidad era cloroformo.
Mis ojos se abrieron poco a poco para encontrarse con la oscuridad. Estaba tumbada sobre lo que parecía ser una cama. Intenté moverme. Me dolía todo el cuerpo pero logré hacerlo. Un tintineo y el tacto del frío metal en mi tobillo me dejó claro que estaba encadenada.
Empecé a ver formas. Realmente estaba en penumbra y mi vista se iba acostumbrando a ella. El espacio era bastante amplio. Había algunos muebles viejos que parecían almacenados y un montón de trastos que no llegaba a discernir correctamente. Sentí frío. Fue entonces cuando me percaté de que estaba desnuda. Me senté en la que definitivamente era una cama y me abracé las piernas, intentando hacerme un ovillo.
No sé cuánto tiempo pasó hasta que se encendió una luz brillante. Me deslumbró y tuve que entrecerrar los ojos durante unos pocos segundos. Aunque no podía ver, distinguí a Marga por su voz.
—¿Ya estás despierta, pequeña?
Su tono estaba teñido de cierto paternalismo.
—¿Se puede saber qué coño pasa por tu cabeza, puta loca? —Estallé, furiosa, apenas distinguiendo la silueta de mi captora —¡Suéltame de una vez!
Marga chistó en un sonido con su lengua.
—¿Te parece correcto el empleo de ese tono con tu Dueña, pequeña? —Su voz transmitía decepción.
—¡Estás fatal! ¡Yo no te pertenezco y esto que haces es un delito!
Observé como se acercaba hacia la cama. Parecía una serpiente moviéndose, sinuosa, sensual y terriblemente peligrosa. Me ovillé aún más y me arrepentí inmediatamente de mi ataque de ira. Acercó su mano a mi cara e, instintivamente, la aparté. Me acarició con un roce.
—No es necesario que te apartes, no te voy a pegar. Por lo menos, no todavía. Me decepciona que me creas capaz de tal crueldad. Cuido mis cosas.
Me lo estaba diciendo la mujer que me había espiado, seguido, golpeado, secuestrado, drogado y que me mantenía cautiva. No dejaba de ser irónico.
—¿Qué va a pasar ahora? —Me atrevía a preguntar. Su proximidad me intimidaba.
En su cara se dibujó la sorpresa.
—¿Qué crees qué va a pasar, cachorrita? Te reclamé. Me perteneces. Harás lo que te ordene, me adorarás y pasaremos buenos ratos juntas.
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